martes, 4 de junio de 2013

Capítulo 36

Miro a mi padre de hito en hito, sin creerme lo que acabo de oír y por el rabillo del ojo veo que Iris me dirige una extraña mirada. Me doy la vuelta y la observo hasta que agacha la vista y entonces me doy cuenta:
-¡Tú lo sabías! ¡¿Por qué no me lo dijiste?!
Ella no contesta. Simplemente se queda mirando al suelo, con la cara enrojecida. Oigo el sonido de la puerta  al cerrarse y deduzco que mi padre acaba de marcharse, supongo que para dejarnos intimidad.
Al final, cuando creo que ya me estoy empezando a calmar, oigo que susurra.
-Creía que sería mejor si lo descubrieras tú solo...
-Pues te equivocaste. Si me lo hubieras dicho, ahora mismo no estaríamos aquí -digo sin conseguir eliminar  la frialdad de mi voz.
-Lo siento -dice Iris, esta vez más alto.
Y, sin previo aviso, rompe a llorar. Todas las emociones y aventuras de estos días estallan en una congregación de lágrimas e hipidos alternados. Noto que también yo estoy empezando a llorar. Las lágrimas corren por mis mejillas sin casi darme ni cuenta. El dolor de las traiciones y los engaños pasa a un segundo plano y ando en dirección a Iris.
Paro a pocos centímetros de su piel y me inclino lentamente hacia delante. Mis labios rozan su frente, después bajan por su mejilla hasta sus labios. Ella alza la cabeza y abre ligeramente su boca.
Allí nos quedamos, unidos tan solo por nuestros labios. Bebemos el uno del otro hasta que nos saciamos y el miedo y la angustia de los últimos días se evapora.
La agarro de la cadera y la atraigo hacia mí. Nos quedamos abrazados en la habitación hasta que pasados unos minutos, o tal vez incluso horas, unos ligeros toques en la puerta nos hacen volver a la realidad. Nos separamos aunque seguimos agarrados de la mano cuando entra una pareja en la habitación. Se nos quedan mirando hasta que  nosotros, incómodos, carraspeamos y ellos vuelven a la realidad.
-Perdona, Dániel, pero tienes los ojos de tu madre. Y tú, Iris, percibo algo extraño en ti. Eres como Dániel pero sin ser como él ¿cómo es eso posible?
Iris sonríe.
-Bueno, es difícil de explicar. Digamos que yo soy alguien que se ha hecho a sí misma.
-Entiendo... Oh, perdonad mi descortesía. Yo soy Liam y ella es Rebeca. Somos parientes lejanos de tu madre -dice dirigiéndose a Dániel.
En ese momento se quita algo de los ojos. Cuando retira las manos y podemos ver de nuevo su mirada, me doy cuenta de que tiene el mismo color de ojos que yo, solo que el suyo está más mate, como si fuera mucho más anciano de lo que corresponde a su edad. "O a su aparente edad" pienso.
-Sí, ya lo veo -le dirijo una sonrisa-. Tengo una pregunta ¿por qué lleváis lentillas?
-Buena pregunta. Verás, este color de ojos es característico de nuestra familia y de todas las que tienen la enfermedad. La intensidad del color muestra la potencia del don mientras que el brillo muestra el tiempo que nos queda de ese don. En mi caso era muy fuerte pero tuvo poca duración. Con lo de duración me refiero al tiempo que tardas en crear un clon. Tu don es realmente fuerte y el brillo de tus ojos muestra una frecuencia realmente alta, aunque no me extraña siendo quien eres. Pero volviendo a tu pregunta, las lentillas son para disimular el color. Si no nos ven los ojos, no nos pueden descubrir.
-Entiendo -mantengo la sonrisa en mi rostro durante unos segundos más pero rápidamente vuelvo a mi habitual expresión seria-. No pretendo ser brusco pero ¿queríais algo?
-Claro, disculpa. Tu padre te espera en la sala de reuniones. Cree que es la hora de que hagáis planes de guerra.
Suspiro y pienso "de vuelta a la realidad".

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