lunes, 8 de julio de 2013

Capítulo 38

Varias voces se alzan, demostrando su acuerdo. Yo no digo nada, simplemente me quedo sentado y estrechando la mano de Iris, que se mantiene a mi lado, también en silencio.
Cuando las voces se acallan, mi padre continua:
-Tenemos que decidir qué va a pasar con ella cuando la capturemos. Para ello, vamos a votar. A cada uno se le va a entregar una pieza de papel y un bolígrafo. Todos estamos de acuerdo en que debe ser castigada, y en la anterior reunión reducimos nuestras opciones a dos: pena de muerte o cadena perpetua.
>Procedamos con la votación.
Un par de personas, que se habían quedado en un discreto segundo plano, pasan al frente portando un taco de papeles y un montón de bolígrafos. Cuando todos están repartidos, veo que todos tapan lo que escriben con las manos. Me apresuro a hacer los mismo, dejando solo a Iris para que vea lo que estoy escribiendo. Todos han levantado ya las cabezas pero Iris y yo aún estamos frente a nuestros papeles en blanco. Cuando pienso en todo lo que nos ha hecho aquella que decía ser mi madre, la ira me embarga y me empiezan a temblar las manos.
Antes de darme cuenta, he garabateado sobre el papel: "muerte".
Iris me mira fijamente, con una expresión triste en los ojos. Veo que ella ha escrito una sola palabra.
Esperando que sea la misma que yo, me esfuerzo en leerla. Me quedo inmóvil, paralizado.
Siento todas y cada una de las miradas puestas sobre nosotros.
Iris articula dos palabras con los labios, sin emitir ningún sonido: "lo siento".
"¿Qué está pasando? Esto no puede ser real" pienso cuando releo lo que Iris ha escrito.
La palabra que ella ha escrito ha sido "libre". Cree que debemos dejar a mi madre libre.
Mi primer impulso es delatarla ante el Consejo, pero no puedo. No después de todo lo que hemos vivido.
Tomo una decisión: no puedo dejar que los sentimientos se antepongan a mi deber.
Endureciendo mi corazón me pongo en pie. Cuando abro la boca, pasa algo que no me esperaba.
Todo estalla.

-Buenos días dormilón -oigo una voz junto a mi oído.
Me desperezo y me siento en el catre de tablas sobre el que estaba tumbado. Veo a Iris a mi lado.
Me alejo de ella, temeroso, pero sin saber por qué.
-¿Qué te pasa?
-Aléjate de mi -digo, con voz temblorosa-. Eres una traidora.
Ahora me acuerdo de todo.
-Lo siento, de verdad -dice agachando la mirada.
-Eso no es suficiente. Por fin estábamos en el buen camino. ¿Por qué lo hiciste?
-Por libertad.
Cuando se da la vuelta y sale por la puerta, intento seguirla pero no puedo. La puerta está cerrada.
Me han vuelto a atrapar.
Me doy la vuelta y me tiro sobre el jergón.
Entonces, lloro.

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